El Índice Niño Oceánico (ONI en inglés) es una medida de la condición de El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) y sus fases cálida (El Niño) y fría (La Niña) en el Pacífico ecuatorial central. Es el promedio móvil de tres meses de las anomalías de la temperatura superficial del mar estimadas a partir del producto ERSST.v5 SST en la región Niño 3.4 (5°N-5°S, 120°-170°W), basado en periodos base de 30 años y que se actualizan cada 5 años. El umbral de la condición neutral es ± 0.5 (Figura 1).
El Niño, es un evento climático natural que se produce por la interacción entre la atmósfera y el océano.
Su principal característica es el incremento de la temperatura en las aguas superficiales del océano Pacífico, en una gran área de la región ecuatorial, situada entre los 10° Norte y 10° Sur (IDEAM, 2005; Philander,1990; Wallace & Vogel, 1990).
Como resultado de este calentamiento del océano, se afecta el clima terrestre, con disminución de las lluvias en algunas regiones y el incremento en otras, asociadas a cambios en el brillo solar y de la temperatura.
En relación con el problema de la oferta climática cambiante, la información acerca de la amenaza es copiosa acerca de los cambios inminentes del sistema climático global y no se enfocan en dirección hacia un mundo estático y de manera que los sistemas naturales, cultivados y humanos respondan adaptándose, como lo han hecho históricamente. No obstante, la preocupación actual radica en la velocidad a la que están ocurriendo los cambios sobre las variables climáticas. Esto supone un reto real para los sistemas productivos agrícolas planetarios.
En la actualidad los técnicos y los agricultores le hacen frente a la variabilidad climática y sobre todo a la incertidumbre ligada a la variación de los elementos del clima entre un año y otro. Esto se plantea en un sentido literal, pues los reportes actuales muestran los daños y pérdidas agrícolas por efecto del exceso hídrico sostenido durante un periodo de 22 meses (julio 2020 a enero de 2023) y las mediciones indican que la situación ha cambiado en los últimos meses diametralmente, pues se predice que la estación de menores lluvias en las principales zonas de producción agrícola durante el último bimestre de 2023 y primer semestre del 2024, tendrá una disminución que se asocia con la consolidación del fenómeno del Niño (Figura 2).


Lo más preocupante, se ubica más allá del pronóstico estacional cercano, pues grandes eventos moduladores de la variabilidad climática como la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO sigla en inglés), parecen indicar que nos encontramos en la cresta de una ola, donde la oferta hídrica será superior a la media multianual durante un tiempo prolongado por definir (Figura 3), aun cuando, en el muy corto plazo se avizora una estación más seca de lo corriente.
En conjunción con la predicción del IRI como se muestra en la figura 2, se ha realizado un ensamble gráfico que indica que para alguna de las regiones interandinas que presenta un comportamiento bimodal, en el rectángulo rojo se circunscribe la época de mayor impacto del fenómeno, la cual se socia con la estación de menor oferta hídrica para la condiciones andinas intertropicales donde se sitúa el país y que corresponde principalmente con su desplazamiento hacia el norte de la zona de convergencia intertropical, que determina este comportamiento de menores lluvias, y mayor oferta energética como la radiación y la temperatura que en general permanecen acopladas (figura 4).


La incertidumbre es alta y por tanto el riesgo agroclimático también lo es, y la ocurrencia de eventos similares anteriores, ha hecho posible que el servicio meteorológico nacional IDEAM), haya mejorado considerablemente los sistemas de predicción climática y se hayan implementado estrategias sectoriales como las Mesas Técnicas Agroclimáticas – MTA, lideradas por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, tanto en lo nacional como en lo departamental; el orden de escala no permite aún, dar herramientas a los productores para mejorar la toma de decisiones en el día a día. Pero lo más preocupante, es que en la actualidad son muy pocas las especies cultivadas que han sido caracterizadas desde el punto de vista agroclimático. Es decir, es limitado el conocimiento bajo el efecto local prolongado del déficit hídrico o del exceso hídrico del suelo y del aire sobre la producción, pero muy poco sobre la fisiología, la fenología y la adaptación de las especies cultivadas y en particular las perennes, bajo dichas condiciones de estrés; aún más, es limitado el conocimiento que se posee sobre la dinámica de especies competidores, de plagas, de enfermedades y de las relaciones suelo – planta – atmósfera en todos sus aspectos relacionados con la productividad.
En general, se aspira reemplazar las limitaciones fisiográficas, físicas y biológicas del suelo en los agroecosistemas, únicamente mediante el aporte de enmiendas, nutrimentos y reguladores del desarrollo, crecimiento y diferenciación, sin que sea restaurado el balance edáfico de las fases mineral, orgánica y porosa, lo cual es sinónimo de características inadecuadas para la producción vegetal. En múltiples estudios se ha establecido que, con la mejora de las deficientes características del suelo, se incrementa la producción primaria y la económica de los sistemas cultivados, contribuye a lograr una mayor resiliencia y adaptación de los cultivos a condiciones generadoras de estrés, conduce a la adaptación del vegetal de un suelo supresivo a uno adecuado y convectivo, que contribuye directamente al incremento de la producción y la productividad del sistema cultivado. De esta forma, como se presenta en la figura 5, se ha determinado que en la medida que el suelo incrementa su calidad y su sanidad, se incrementa la fotosíntesis, se reduce el efecto del estrés incrementando su resiliencia y aumenta la producción, lo cual se articula con el mejor movimiento del aire y el agua en el espacio poroso del suelo, aumentando la interceptación, adsorción, absorción y asimilación de los nutrimentos, lo que se relaciona directamente con el microbioma saludable del suelo.
Características asociadas con la presencia de un suelo sano y un suelo enfermo, una mirada integral.
Fuente: Adaptado de http://www.terraterre.co/
Como complemento de lo anterior, se puede mencionar que para lograr la adaptación de las especies cultivadas – Genotipos (G), a la variabilidad y al cambio climático – Ambiente (A) se pueden utilizar herramientas no convencionales de análisis, tales como los métodos basados en minería de datos y de la gestión del conocimiento. No obstante, cualquiera sea la ruta que se tome, se debe tener claro que una medida de adaptación no es infalible, y que por tanto se debe acompañar con otro tipo de estrategias, que, si bien no reducen la vulnerabilidad de los sistemas de producción, si mejoran el desempeño del cultivo y protegen el ingreso de los agricultores. La primera se soporta en el conocimiento biológico, fisiológico y molecular de la especie y su respuesta funcional reproductiva, que, en el caso particular de gran parte de las especies cultivadas, se traduce en el fruto que es el producto económicamente aprovechable. Frente a ello, es indispensable comprender que la iniciación de la reproducción generalmente requiere que la planta, perciba y responda de forma apropiada a una condición endógena o una ambiental exógena; lo cual conduce a un razonamiento fundamental en el cual lo que se aprovecha es la respuesta reproductiva que puede ser putativa o inductiva. La putativa se lleva a cabo de manera espontánea debido a la acumulación de tiempo energético – fisiológico e independiente de la magnitud de la condición ambiental exógena. La inductiva, responde directamente a la magnitud de la condición ambiental exógena y se relaciona con la oferta estacional energética e hídrica, lo que determina a posteriori los periodos de cosecha.
A diferencia de lo que ha ocurrido en los últimos 22 meses, para las especies cultivadas de campaña estacional, el efecto de la oferta hídrica excedentaria, conjugada con una menor radiación y unas características del suelo en condiciones supresivas, ha llevado a un efecto limitante sobre la productividad. De igual manera, para las especies perennes, las condiciones prevalentes durante el largo periodo mencionado, ha modulado la reproducción de manera putativa, dado que las condiciones de estrés por déficit hídrico conjugadas entre el suelo y el aire no han estado presentes, lo cual ha tenido incidencia directa sobre la inducción, diferenciación y antesis, para luego afectar el cuajamiento y la retención de los frutos en los árboles y por tanto la productividad y la calidad de lo cosechado.
Las condiciones que se esperan para la siguiente estación seca y amplificadas por el efecto del fenómeno del Niño, como se indicó anteriormente, conducirá a una respuesta inductiva de importancia para la producción durante el primer y segundo semestre del año 2024.
Por ello, es importante tener las precauciones necesarias con los momentos oportunos de siembra principalmente durante el primer semestre del año 2024 y las áreas a sembrar, sobre todo aquellas que requieren de riego, para las especies semestrales. Para las especies perennes se tendrá una oportunidad importante para inducir, diferenciar y alcanzar una antesis adecuada, sin embargo, será necesario preparar los huertos y las plantaciones para retener los frutos y garantizar su llenado.
Tres estrategias serán fundamentales, la primera mantener buena cobertura de materia orgánica en la zona de raíces de los árboles, lo cual mitiga la evaporación y el impacto de la temperatura, manteniendo el microclima húmedo y la salud del suelo; en segundo término, una nutrición adecuada en cantidad y balanceada para tener individuos bien nutridos y preparados para afrontar el estrés y tercero, utilizar adecuada y oportunamente la regulación hormonal, el conocimiento generado y los beneficios en el mantenimiento de su equilibrio y disminuir la hiper-oxidación derivada, lo que impacta sobre la homeostasis celular, tisular y del organismo en su conjunto.
Citas bibliográficas
- Huang, B., Thorne, P. W., Banzon, V. F., Boyer, T., Chepurin, G., Lawrimore, J. H., … Zhang, H.-M. 2017. Extended Reconstructed Sea Surface Temperature, Version 5 (ERSSTv5): Upgrades, Validations, and Intercomparisons. Journal of Climate, 30(20), 8179–8205. doi:10.1175/jcli-d-16-0836.1
- IDEAM. Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales. Atlas climatológico de Colombia. 2005. 218 p.
- Philander, S. G. El Niño, La Niña, and the southern oscillation. San Diego, Academy Press, Inc. 1990. 293p.
- Wallace, J., M.; Vogel, S. “El Niño” y la predicción climática. Informes a la Nación; sobre nuestro cambiante planeta. Boulder, University Corporation for Atmospheric Research – NOAA. 1994. 24p.